En estos tiempos de crisis, después del paréntesis (autoimpuesto) provocado por la campaña y la resaca electoral, nos desayunamos con la información que ya venía anticipándose en los medios de comunicación: en Cataluña la solución adoptada para salir de la crisis es reducir el número de interinos y congelar las oposiciones de acceso a la función pública.
En un país que ha crecido notablemente en la pasada década gracias al empleo precario la medida más jaleada por los neoliberales (da igual que nombre de partido utilicen) es la de reducir la precariedad para generar empleo. ¿Cómo? Despidiendo a los trabajadores eventuales, reduciendo el poder adquisitivo de los no despedidos y privatizando los servicios.
¿Cómo se puede argumentar que para combatir el paro haya que aumentar sus listas y cerrar las puertas de nuevos empleos a un número creciente de trabajadores cautivos? La solución más sencilla de ahorro es precisamente la contraria: no subvencionar la economía privada a costa de los fondos públicos, no fomentar el pluriempleo (sobretodo de alto nivel con asesores que reciben ingresos múltiples), aumentar la oferta de empleo público y reducir la temporalidad transformando el empleo precario en estable. Así se reduce el paro, se estabilizan los ingresos de las familias y del Estado, se genera confianza y consumo, se movilizan recursos y se crece (quizás no al ritmo que los tiburones financieros desean, pero sí al que la ciudadanía le interesa) y además se mantiene y fortalece el sector público (que es beneficio para todos y no sólo para unos pocos).
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